lunes, 9 de enero de 2012

La vida secreta de las mentiras

¿Tan mal se me daba ser yo?

Miró al cielo desde sus ojos azules, del color de quien no sabe llorar. ¿De verdad había algo allí arriba? Nunca lo había creído, pero ahora, era todo lo que la quedaba.
Si de verdad no había nada, ¿por qué seguir adelante?
Había gastado su vida entregando su alma a todo aquel que le mostraba apenas un atisbo de la suya, y con el tiempo, todo había desaparecido. Los grandes amores que nunca fueron tales, aquellos amigos que siempre estarían allí... y ella.

Saber que no puedo culpar a nadie por no quererme; que eso es más de lo que merezco.
Que no vale la pena esforzarse por ser mejor.

Porque parecía que los colores se habían ido tras sus pasos. Los olores se atenuaban al no poder escuchar su respiración.
Se había llevado consigo la parte de mundo que le pertenecía.
Y sólo la había dejado de recuerdo aquella sensación de que su cuerpo estaba vacío.

En realidad lo que me duele es haber aprendido lo que siempre supe y nunca quise creer.

Porque no podía ser verdad que no la fuese a volver a ver.

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