miércoles, 3 de septiembre de 2014

El charco

Hombros demasiado anchos, pies demasiado grandes, piernas demasiado cortas, cabezas demasiado llenas, demasiado gordos, demasiado idiotas, demasiado.

Que no, que nadie es un ángel caído del cielo, nadie está hecho a vuestra medida.
Nadie fue creado para curar vuestros "demasiados".

No quiero salvar a nadie, ni siquiera quiero intentarlo. 
No quiero saber nada de tu puta necesidad de aceptación. 

Que no, ni sé de qué está hecho el cielo ni le voy a dar color. Ni me voy a creer ese "guapa" que dices como si pretendieses pagarme un polvo con piropos a plazos.
La gente que pretende ser más de lo que es, da asco. La gente que pretende que los demás no sean lo que son, más.

No necesito que me llames "preciosa" para follar en el suelo de madera de un piso barato. 
La gente que cree que si no estás buena no follas, así que le echarías un polvo a cualquiera, da asco.
La gente que cree que follando te hace un favor, más.

No necesito que nadie me salve. Y si lo necesito, no lo quiero. Ya no.
Los salvadores son esa gente que te levanta para que, cuando vuelvas a caer al lodo, lo hagas desde más arriba; te hundas más.

Y aquí, en el fondo del charco, ya he visto de todo.

Aquí vive la niña que gritó cuando se ahogaba pero nadie le hizo caso, porque sólo era una niña, qué sabría ella sobre respirar. Ahora le da la mano al chico que se hundió en silencio, sin una bocanada de aire final, para intentar no molestar a todos los que odiaba. Y bajan juntos, sin mirarse, porque se odian el uno al otro sólo un poco menos de lo que se odian a sí mismos. 

Allí al fondo se ve la mujer que compró el amor y resultó ser una imitación barata. Están quienes lo vendían cada noche, y quienes lo compraban. 
Un yonki mira hacia arriba, buscando un chute de luz del sol; tarde. 
Gente que al caminar, se asomaba al bordillo de la acera como si tras él sólo quedase el vacío liberador.
Gente que tragó colores intentando mostrar su belleza interior.
Todos los que estaban muertos incluso antes de empezar a vivir.
La chatarra que dejan atrás los que valen.

Aquí la gente mira hacia abajo y no logra ver nada, porque no lo hay.
Nada. Ni siquiera un final, un punto de no retorno.
No hay fondo.
Por eso la gente mantiene la esperanza, por eso creen que aún tienen posibilidades de salir, aunque no sepan cómo avanzar. Caminan sin rumbo y gritan y lloran de desesperación, queriendo creer que sirve de algo.
Ni Dios ni religión ni amor. No creen en nada, no creen en sí mismos, pero creen ver la luz donde la dejaron la última vez.

La esperanza. La puta esperanza...
Es lo que nos mata

¿Te ha comido la lengua el gato?

Se giró en la cama aferrándose a sus órganos internos
y de las esporas que le salieron de la boca
surgieron los cañones de una fragata hundida.

Las ideas se amontonaban en su garganta
pero las estrellas les impedían el paso.

Apretaba entre sus manos la carta que le invitaba a cenar
en un sucio cobertizo
de plato principal, sus pulmones
como invitados, los pequeños seres grises que sólo se ven por el rabillo del ojo.

Y lloró y gritó y nadie pudo escucharla
pues su cabeza era una galaxia
en el vacío, no se propaga el sonido
y un gato le comió la lengua.

Se le escurrían entre los dedos las nebulosas
perdía la cabeza
se olvidaba a sí misma.

Y sólo la recordaría un gato.