miércoles, 21 de diciembre de 2011

El olvido que jugaba al escondite

Estas Navidades, volveré a escribir mi carta a los Reyes Magos.
No les diré que he sido buena -a ellos no les puedo mentir; ellos me ven-, les diré que lo intenté las pocas veces que recordé que debía serlo. Les diré que me he prometido a mi misma serlo.
Estas Navidades, voy a pedir una sonrisa nueva. Una de las de verdad, que me pueda poner cuando quiera; una de las que oculten del todo lo que siento en realidad. ¿Y si no me la traen? Bueno, si no me la traen, contaré mi desengaño al primero que se dé cuenta. Quizás pueda guardar el secreto para siempre...

Estas Navidades voy a pedir que todo vuelva a ser como antes, cuando aún no te acordabas de disimular que yo no era nada, que yo no era nadie.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Blind

Quise cerrar los ojos y no tener que volverlos a abrir.
Quería jugar a ser diferente, a ser especial. Dejar de ver lo que tenía alrededor para, por una vez, creer que yo era lo que realmente importaba.

Y tú me seguiste el juego. Porque era como una niña, una masa de sonrisas inocentes que ni siquiera sabía lo que quería, lo que buscaba. Adorabas ver eso en mí, ver que aún creía en los sueños, en los cuentos que acaban bien, a pesar de que en mis cuentos, todo había salido mal. Me querías porque era todo lo que tú habrías querido ser.
No te pudiste negar; creíste que yo te enseñaría cómo ser feliz, que al final comprenderías que era lo que fallaba. Inocentemente, creíste que podrías aprender algo de mí.
Y para seguirme el juego, prometiste guiarme, mientras yo reía en mi falsa ceguera.

Era una noche de finales de Marzo. Con la cabeza apoyada en mis piernas, mirabas a mis ojos cerrados, a mi sonrisa. Todo me daba igual, yo era feliz por tenerte, por tener a alguien que jugase conmigo; alguien que por fin hubiese entendido el juego. Y entonces, cuando estaba a punto de tropezar con el pasado, tú me cogiste de la mano.
Y juraste que no me soltarías, que no me dejarías caer.
Y en mi juego idiota, basado en normas que tú no comprendías, subí al siguiente nivel.

Era sólo una niña jugando a caminar con los ojos cerrados.
Y tú no parabas de decirme lo genial que era mi juego, y no parecías cansarte de guiarme, de evitar que me cayese.


















Bajo mis párpados sin luz, yo creaba un nuevo mundo. Un mundo que cada día se extendía un poco más, un mundo de colores indescriptibles, de formas que cambiaban. Un mundo que cada día intentaba explicarte, que quería que vieses. Pero era un mundo que tú no podías comprender.
Porque tú nunca supiste jugar, nunca supiste ser ciego. Y por mucho que yo, a tientas, trataba de taparte los ojos, tú siempre volvías a ver. Luchabas por ello inconscientemente, con todas tus fuerzas. Tenías miedo a no poder volver a ver.

Nunca supiste ver el mundo que había debajo de lo que se ve. Y con el tiempo, empezó a ser demasiado grande para mí. Y la luz que yo recordaba, no podía abarcarlo todo.
Entonces llegaron las nubes.
Eran nubes negras, nubes de olvido, que venían de más allá de mis fronteras. Eran los tirones que el mundo real daba a mi ceguera. Mi mundo se desvanecía y yo no sabía qué hacer.
Tu mano sosteniéndome no era suficiente para salvarme. Intenté alcanzarte, abrazarme a ti... pero tú no lo entendías, porque no veías qué pasaba en mi mundo.
Yo, a ciegas, no podía encontrarte. No quería creer que mi mundo era ahora oscuridad.
Pero lo único que tú viste, fue que en algún punto entre el colchón y mis sueños, había perdido la sonrisa. Y nadie quiere jugar con una niña triste.
Supongo que comprendiste que no había nada que yo te pudiese enseñar. Que habías perdido tu oportunidad de aprender. Y te apartaste de mí.

Llevo mucho tiempo buscándote. Ya no recuerdo si son semanas o meses, no recuerdo cuándo te separaste de mí. Y desde entonces he estado buscándote en la oscuridad, buscando a ciegas para volver a tener tu mano como guía. Pero te alejaste demasiado rápido, me dejaste sola encerrada en un mundo cubierto por nubes negras. Me robaste la luz del sol.
Quise salir al mundo real, pero vaya a donde vaya, sólo encuentro oscuridad.

Y ya no sé si tengo los ojos cerrados o abiertos.
Sólo sé que, mire donde mire, ya nunca estás.

Puede que me quedase ciega para siempre...
Y ahora tú sólo seas parte de mi oscuridad.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Fire Line.

Ser siempre la rebelde entre las princesas por no querer dormir sobre un guisante.



Te he tenido que odiar tantas veces, que ya he olvidado qué se sentía al quererte.