lunes, 23 de mayo de 2011

De cómo mueren las flores y otros secretos de 3ª planta (II)

Sí, sí, aquel paquete fue el inicio de todo. Por banal que parezca.
Pero aún tuve que esperar.

El día que llegó, no lo saqué de casa; lo dejé sobre el mueble del salón, junto a la puerta de la cocina. Y no lo volví a tocar, aunque pasé muchísimo tiempo mirándolo, inventando absurdas historias sobre su origen, contenido y destino. En general no soy muy infantil, pero si estás sola y aburrida, y un misterioso paquete marrón es todo lo que se sale de tu normalidad, puedes inventar cosas increíbles. Aunque supongo que, en realidad, todo esto es irrelevante. Ahora pienso que quizás me obsesioné demasiado con aquello, claro, pero en ese momento no me lo pareció; ni de lejos. Lo único que rondaba mi cabeza era la curiosidad.
No me preocupe de veras por ello hasta llegada la noche. Me desperté de madrugada, seguramente por algún ruido de la casa del vecino, no estoy segura, y me levanté para ir a beber algo. Cuando me despierto por la noche, concilio muy mal el sueño, es casi imposible, así que necesito beber algo; leche con miel, whisky barato... me es indiferente. Y fue entonces cuando vi el paquete, y algo se accionó en mi cabeza: ¡no podía dejarlo ahí! ¡No podía quedármelo! Después de todo, había llegado a mí sólo por error, no podía retenerlo tan absurdamente... Lo cogí y me dispuse a sacarlo, a llevarlo arriba, frente a la puerta del ático: su sitio. No sé si fue más la oscuridad o la intriga lo que me hizo dar la vuelta cuando ya salía de casa. Dejé el paquete de nuevo sobre el mueble; habría más días para ponerlo en su lugar.

No, en realidad no tuve el valor de quedármelo, de verdad confiaba en que alguien viniese a buscarlo, así que a la mañana siguiente, cuando salía hacia el trabajo, llevé el paquete al ático. Subí con la mirada de la señora Hersbett -una anciana medio demente, abandonada por su familia, su felicidad y su tiempo, que cultivaba un curioso estado de alerta paranoide- clavada en mí, acusadora. No es porque subiese al ático, aunque eso podía resultar raro, ella siempre me observaba así. En realidad, al dejar el paquete abandonado frente a la puerta, me invadió el temor de que no durase allí más de quince minutos tras mi marcha (diez más de los que tardarían todas mis amargadas vecinas en saber de mi subida a la última planta, informadas por cortesía de Mrs. Hersbett), pero confié en que aquellas mujeres contuviesen sus impulsos, aunque fuese, como era mi caso, sólo por la terrible curiosidad de saber quién iría a buscarlo.

Por la noche, cuando regresé del trabajo, subí inmediatamente al ático. El paquete seguía allí. Pero tampoco me pasó desapercibida la terrible mirada de mi vecina sobre mi nuca.

No recuerdo haberme dormido, de verdad, pero cuando desperté al día siguiente, estaba tumbada en el rellano frente a la puerta del ático. Abrazada al misterioso paquete, cuya envoltura parecía resistir por intervención divina.

Esa mañana, fue la primera vez que la vi. Brillando sobre el azul del cielo con su increíble cabello rubio; casi blanco, del color de la nieve, de las nubes.


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Esta vez es algo breve... Pero es tarde y mi musa está manifestándose en Sol en mi lugar.
Creo que esto se va a alargar más de lo esperado, aunque empieza a cobrar forma... Anyway, hope you like it! :D


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