sábado, 16 de octubre de 2010

Don't even...

Fue... extraño. Sí, esa era la palabra: extraño.
Como un sueño demasiado tangible para ser sólo imaginado, de ésos que cuando pasa el tiempo, se confunden con los hechos; o como una realidad demasiado densa para existir.

Ya ni siquiera lo recordaba con detalle ¿había sonreído? ¿Cuánto tiempo había permanecido allí, perdida en medio de nada?... A veces aún pensaba que había sido fruto de un juego de su imaginación.
Apenas recordaba el rostro que había dado la vuelta a su mundo, pero sí recordaba el lugar. El lugar donde se olvidó de que todo había acabado, y la vida cambió de nuevo para ella.

Solía imaginar que el destino, cuando la vio detenerse en aquella calle en medio de la gente, se había reído de nuevo de ella. Con una risa maliciosa pero discreta; como un gato de Cheshire, con la risa de las cosas que no deben reírse.
Y sin embargo, durante años, había regresado una y otra vez a aquel lugar. Y apoyada en un muro de piedra pasaba horas, que parecían días, mirando a la gente pasar, con la vaga esperanza de encontrar su mirada oscura entre las demás... o de encontrar el cachito de sí misma que se había caído al volver a verlo aquella tarde.

Entonces el cielo reflejaba el color dorado de las hojas que caían, y el viento revolvía su pelo una y otra vez. Seguramente fueran aquellos detalles sencillos los que la hacían sonreír, aunque caminase sola. Quizás fue su inusitada sonrisa otoñal lo que hizo que él la mirase.
Y de repente, todo se detuvo. Y todo eran sus ojos; gris oscuro, casi negro, que hicieron oscurecerse al atardecer.

¿Cómo había llegado él allí? Desapareció hacía años.
Su corazón latía acelerado.
¡No! Aquello no estaba bien. Él no podía estar allí… tenía que haberse marchado. No podía estar viéndolo. No podía seguir queriéndolo.

El tiempo perdió su rumbo, y se encaminó hacia el infinito junto con sus pensamientos; todo se detuvo, ya no soplaba el viento, nada se movía. Por un momento tuvo miedo de que nunca llegase a anochecer.
Hasta que una risa lejana llegó a sus oídos. La escuchaba distorsionada, como si estuviese bajo el agua, y casi creía que había desaparecido… cuando chocó contra sus piernas.
La niña la miraba desde abajo, con cara de traviesa culpabilidad. Ella sonrió, no pasaba nada.
Y para su asombro, la niña echó a correr. Un instante después apareció un niño persiguiéndola, apenas unos centímetros más alto que ella. Los dos reían, ajenos al resto del mundo, esquivando a la gente que permanecía inmóvil en mitad de la calle, y él sólo le dedicó una mirada fugaz… gris oscura, casi negra.

Su corazón dio un vuelco al ver esos ojos, y su mirada corrió a buscar a aquellos que la habían mirado antes. Pero sólo encontró al tiempo, que de nuevo marchaba a su ritmo normal. El cielo volvía a ser dorado, y cada vez faltaba menos para la noche; la gente volvía a moverse, con el viento jugueteando con sus cabellos, pero eso a ella le daba igual.

Él había vuelto a desaparecer… en la misma dirección en que se perdieron las risas de aquellos niños.


Abrazos que son besos xD
PD: Menos a María, que se mete con ellos =)

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