martes, 26 de julio de 2011

De cómo mueren las flores y otros secretos de 3ª planta (III)

Me levanté lo bastante rápido como para observar su mirada sorprendida, sin saber muy bien qué hacer. Murmuré un estúpido "Buenos días" mientras me frotaba los ojos, empañados por el sueño. Ella no contestó, se limitó a sonreírme; parecía divertida por la escena, lo cual tampoco era de extrañar. Me levanté lo más rápido que pude, sosteniéndome sobre unas piernas entumecidas, y me aleje de la puerta frente a la que descansaba el paquete.
-Lo siento -volví mi mirada con culpabilidad a la entrada del ático; no sabía qué decir-. Me llamo Eloise...
De nuevo, ella no contestó, se limitó a sonreír, asintiendo con la cabeza. Supuse que mi nombre era lo que menos le interesaba en aquel momento.
Subió el último tramo de escaleras agarrada al pasamanos, y atravesó el rellano con lo que me pareció un cuidado excesivo para no tocarme. Apenas alcancé a ver de reojo cómo se agachaba ante el paquete antes de regresar casi corriendo hasta mi casa, una vez más, bajo la atenta mirada de la señora Hersbett. Siempre me pregunté qué habría pensado aquella anciana medio demente al contemplar la escena.



Rubia, piel clara, ojos azules... Esa chica llamaba demasiado la atención, algo que desde la última revolución pocos se atrevían a hacer. ¿De verdad habría venido esa chica a vivir al ático? ¿en un edificio en pleno centro? Temí que pudiese tratarse de una revolucionaria, otra de esas heroínas que trataban de liberar a un pueblo apenas consciente de su encarcelamiento. Por supuesto, a mí no me gustaba cómo marchaban las cosas: toda esa parafernalia y manipulación, era como si viviésemos una dictadura en la que nadie sabía con certeza quién era el dictador. Pero la verdad, nunca confié en que una sola persona, por honesta y justa que fuese su lucha, pudiese enfrentarse a ello; hacía mucho que nuestro gobierno había dejado de verse afectado por ese tipo de cosas; daban igual los levantamientos militares, los golpes de estado, las revueltas. La política del miedo hacía que, al final, las aguas siempre volviesen a su turbulento cauce.
Y sí, la idea de que una afiliada a cualquiera de los movimientos en contra del poder se alojase a sólo unos metros sobre mí, no me inspiraba ninguna seguridad. A decir verdad, el gobierno nunca se había tomado ninguna delicadeza con quienes atentaban en su contra; si el caso era demasiado escandaloso, se limitaban a ocultarlo a los medios. Aquello que no aparecía por televisión parecía no haber ocurrido nunca, y no quedaba de ello más rastro que algunos testimonios que con el tiempo y los rumores, pasaban a ser poco más que leyendas urbanas.



--------------------------------
Sí, se que he estado mucho tiempo desaparecida. Espero que quede algo por aquí además de algunas plantas rodadoras del desierto~
Y sí, esto sigue adelante. No sé por cuánto tiempo. No escribo demasiado últimamente, pero no me olvido de ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario