Uno de esos días que esperas que lleguen.
Y sin embargo, cuando aparece ante tus ojos, te das cuenta de que jamás podrás liberar tus alas. De que el alzar el vuelo no depende de ti.
Ese día en que te das cuenta de que el ruido del mundo vibra demasiado fuerte como para poder huir de él. No importa lo alto que grites. Lo intensa que suene la melodía que te guía. Porque no puedes ocultarlo, tarde o temprano, siempre regresa.
Y el ruido del mundo sólo gusta a quién no se ha parado a escucharlo. A quien nunca ha oído los lamentos, los estertores de muerte que llevan el compás.
Sí, quizás si abrieses tus alas podrías volar lo bastante alto como para silenciarlo. Pero ya lo sabes, siempre lo supiste: no puedes volar. El ruido estará ahí, rezumando un odio dedicado exclusivamente a ti. Para siempre.
Y ahora, agradece que la eternidad sea sólo un sueño de locos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario