domingo, 19 de septiembre de 2010

Aire tejido (I)

Llevaba la luz encadenada a sus pies,
tan atrás como la densa neblina le permitía ver.

Cuando las noches eran oscuras
volvía sobre sus pasos y se abrazaba a su luz
cerraba los ojos
para no ver cómo la neblina lo engullía también a él.

A veces distinguía en la distancia
el brillo difuso de otras luces.
Algunas iban solas, y deambulaban perdidas
tal y como hacía él.
Otras iban en grupos,
avanzando juntas hacia quién sabe dónde.

Siempre quiso ser como aquellas luces
que avanzaban juntas, sin dudar de su dirección,
aunque ni siquiera ellas supiesen a dónde iban.
Pero nunca consiguió alcanzar al resto de las luces.
Tan sólo el leve roce de sus dedos
las hacía desaparecer más rápido de lo que él creía posible.

Quizá las otras luces no estaban hechas para él,
pensaba, mientras notaba como el peso de su luz
crecía con cada paso que daba.
A veces acariciaba por unos instantes una luz
y se dio cuenta de que muchas de ellas quemaban,
como si llevasen mucho tiempo encendidas.
Cuando tuvo las manos cubiertas de yagas y quemaduras
se resignó a la soledad.

Había acabado temiendo a las otras luces
aquellas que al tocarlas le hacían daño,
pero como no podía distinguirlas
se alejaba corriendo de cualquier punto brillante que veía,
por frío que pareciese.

Y al final se perdió, en su camino hacia ninguna parte.
Supo que estaba perdido porque estaba demasiado solo
hacía mucho, muchísimo tiempo, que no veía otra luz
y aquel sitio estaba demasiado frío.
Supo que estaba perdido
porque su luz se empezaba a apagar.
Cada vez pesaba más
y cada vez brillaba menos,
como si la luz que había ido creando todo ese tiempo
se convirtiese en frío y pesado plomo.

Cada vez le costaba más dormir
cuando la neblina se cernía sobre su cuerpo.
Aunque abrazase aquella débil luz que arrastraba
ella ya no le devolvía el abrazo.

********************

Continuará =)

Abrazos de luciérnaga! :3

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