martes, 5 de febrero de 2013

Música

Si hago memoria aún puedo recordar cómo le conocí. No las palabras, ni el sentimiento; sólo las circunstancias.
Quizá fuéramos música.
Y en un parque a las afueras de Madrid, él me enseñó los acordes que dieron comienzo a todo. Aunque quizá sólo recuerde cómo se sentaba abrazándome para hacer pasear mis manos por los trastes. Y no recuerdo si a ninguno nos importaba cómo sonase.
Pero la melodía fue in crescendo y, como siempre, arriba le esperaba la muerte. Un teléfono a las cinco de la mañana que nadie se molestó en contestar.
Mi melodía se rompió, y eso no hay luthier que pueda repararlo.
Lo siguiente que recuerdo es la casa de la hidrofobia y un bautizo con J&B. Y el retumbar en mi cabeza que me recriminaba el pasado.
Al final, me marché de allí con un portazo escondido bajo un berrinche de niña de colegio de monjas.

Y ya casi prefiero que me cueste recordarlo.

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