domingo, 16 de diciembre de 2012

Agua

What the hell have you ever done
to think you deserve love?


Nunca le gustó el futuro.

  Mucho después de que todos los cuentos de hadas hubiesen acabado, ella seguía encerrada en la torre sin puertas, asomando tímidamente su rostro por la ventana, en busca de los rayos de sol, aunque sólo llegase a ella la luz de una luna oscura.

  Hacía mucho que ya no veía a la bruja mala, y llegó a sospechar que había muerto intentando luchar contra el tiempo, pero no podía ser. ¿Quién iba a perseguirlos entonces a ella y a su amado cuando escapasen?
  Porque estaba segura de que él llegaría. Al principio esperaba que fuese un príncipe, pero hacía mucho que todos los príncipes habían desaparecido. Con el tiempo se dio cuenta de que eso era lo de menos, que podría querer a aquel que la rescatase aunque fuese un don nadie... Y sin embargo, tampoco ningún "don nadie" había acudido a su llamada.

Así, con el paso de los años, en torno a su alta torre los jardines habían crecido sin control, arrasando con todo. Las zarzas y enredaderas trepaban por los muros y cubrían el suelo con una maleza de aspecto amenazante. Si alguna vez ella pensó en abandonar la torre sola, aquella idea había desaparecido consumida por el miedo a lo que pudiese esperarla abajo...

  Lo que había abajo.
  Cada vez le resultaba más difícil recordar qué había más allá de sus propias fronteras, y las imágenes borrosas se mezclaban en su cabeza. Recordar, eso era lo más duro de vivir en el pasado.
  A veces, mientras intentaba dormir en su inmesa cama vacía, llegaba a ella un olor que no era de allí -olor a gente, a alcohol-, un sonido que no pertenecía. La música, casi había olvidado cómo sonaban los violines guiando sus pasos bajo la luz anaranjada de las tabernas, cómo se movía su cuerpo sin pensarlo, sin sentir nada más que aquellos acordes celtas... Y entonces, inevitablemente, venían a su cabeza las miradas. Miradas de hombres ensimismados, de mujeres recelosas. Miradas que más de una vez siguió, entre risas, hasta sitios demasiado oscuros, demasiado sucios. Pero tarde o temprano, las miradas siempre desaparecían.

  Y quizá fuese eso lo que ella esperaba. Una mirada para siempre. Una de verdad, no como las de aquellos hombres para los que su cuerpo significaba sexo... Y tenía miedo de llegar a ver esa mirada y no saber comprenderla.

  A pesar de todo ella esperaba en su inexpugnable torre, rodeada de amenazante maleza. Alimentándose de olvido, y muriendo de él.



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