lunes, 25 de abril de 2011

Verano

Se conoce que los exámenes nos alteran a todos. Y el estrés nos hace pensar que, después de todo esto, está la vida de verdad, lo bueno.

Me da igual. Tanta palabrería me ha hecho pensar, y he descubierto un par de cosas:

En primer lugar, me ha dado un motivo más para odiar a todo el mundo, la forma de pensamiento global. No me gusta vivir así, esperando siempre a lo que viene después, con la esperanza infantil de que todo se arregle. Me cansé de eso hace un tiempo, y estoy dejando de vivir así, pero hasta ahora, no era consciente de ello.
Por cierto, no es bueno. Os aconsejo seguir con vuestras vidas centradas en lo que puede ser, simplemente, porque es el tipo de vidas para el que nuestra sociedad ha sido creada. Felicidad inoculada. Disfrutadla.

En segundo lugar, he entendido otra pequeña diferencia en mi línea de pensamiento. La gente busca familias felices, a las que poder mirar sintiendo que has aportado algo a este mundo. Buscan buenos trabajos, que no les absorban, bien pagados, lo suficiente como para poder sobrellevarlos. Quieren ser felices, estar cómodos. Quieren conformarse.
Disonancia.
De base, no tiendo a preocuparme por un futuro no-inmediato. De hecho, muchas veces no me preocupo por ningún tipo de futuro. No es que sea de ese tipo de gente que "vive el momento", no, yo creo que hay mucho más que el ahora, simplemente no lo lleno de estúpidas esperanzas que, probablemente, nunca se cumplan. Me gusta esperar a las cosas con expectación, con ilusión, por el mero hecho de que existen, de que son un cambio. Y eso es otro fallo; vivir esperando a lo que viene después, quiero decir. Siempre habrá algo después, y nunca sabrás lo que es. Es como ver venir una ola desde la orilla: puede que llegue a tus pies en forma de espuma estúpida, o puede que te cubra y te tire, que te revuelque entre la arena hasta la orilla; da igual, nunca será suficiente si lo único que haces es esperar a la siguiente ola.
No sé cómo se debe vivir. No sé qué es mejor, y no puedo decidir sobre ello.
Pero puedo elegir. Todos podemos elegir.
Y yo he elegido esperar a la ola de espaldas, con los brazos en cruz y los ojos cerrados. No me importa cómo acabe la ola unos metros más allá, ni quién la está esperando. Voy a seguir esperando las olas, a sonreír de forma idiota cuando apenas me cubran los pies, y voy a seguir luchando contra la resaca cuando una ola me tire, intentando levantarme entre carcajadas, escupiendo arena.

Este año, en mi playa, la corriente se ha llevado la arena, y el suelo es sólo un montón de piedras que pinchan. Puedo cambiar de playa, pero es que ésta, es la mía. Puedo esperar a que la arena vuelva.

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