viernes, 4 de noviembre de 2016

Tres Tristes Tigres


Y ante sus ojos se extendían campos infinitos, bañados en un brillo dorado difícil de describir.
Campos secos, en apariencia yermos, donde contra todo pronóstico cada año emergía, desafiante, la cosecha.
Tierras donde el polvo formaba tornados que en su centro guardaban poemas.
Tierras que un día albergaron gigantes.
Casi podía verlos: emergiendo del suelo, con brazos de piedra que atravesaban toda la corteza terrestre. Portaban sobre sus espaldas los pocos cipreses que crecían al amparo de los arroyos, y sus voces resonaban a catástrofes y terremotos.
Gigantes de piedras con pieles de trigo, alzándose como montañas en medio de la llanura.
Avanzaban arrastrando a su paso los cables de alta tensión, tirando las torres de metal como si fuesen sólo mosquitos metalizados.
Los coches se detenían unos segundos en claro manifiesto de la incredulidad de sus conductores, para instantes después arrancar en dirección contraria, huyendo de las gigantescas criaturas.
O al menos eso intentaban.
¿Pero quién va a poder huir cuando la tierra se alce?

Quizás, después de todo, no fuesen molinos.

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