domingo, 28 de octubre de 2012

Préterito quasipluscuamperfecto.

Ella.
Ella era perfecta. Y perfecta murió.

El tipo de personas que no se junta con la gente como yo. El tipo de persona que te hace entender por qué existen las sonrisas. Ella, era perfecta. Caminaba como si conociese el ritmo que mueve al mundo, con pequeños pasos de bailarina, que nunca se desacompasaba, que siempre sabía lo que venía después. La conocí el día en que el sol se olvidó de salir, cuando ambas buscábamos su brillo escondidas de la lluvia en soportales derruidos. Yo entrecerraba los ojos, mientras buscaba su luz para que me guiase; ella miraba al cielo, lo buscaba como quien mira a un viejo amigo enrabietado, con la paciencia que otorga el saber que pronto se le pasará. Y quizá sólo porque no brillaba el sol la conocí.

Ella era perfecta. Como la melodía de un piano bajo unos dedos guiados sólo por un alma. Era rock and roll y tequila. Una risa irrefrenable que haría renacer cualquier imperio caído. Ella, que nunca mentía, que nunca dejaba conocer la verdad. Que más allá de nuestros torpes pasos, me llevó a las esquinas donde el viento tarareaba canciones que hablaban de decadencia y dolor... Y que semanas después me enseño cómo había hecho al aire recuperar la esperanza.

Era fuego líquido, un desierto de hielo, una fe innegable, una brisa pegada a mis huesos. Era todo eso y era mucho más. Era todo. Para mí. Pluscuamperfecta.


Aún me pregunto si fui yo quien cambió las cosas. 
¿Tan importante sería, como para transformar su melodía? La música de la chica perfecta...
Quizá fui yo quien rompió su compás, como si tras un solo de piano entrase una pandereta en escena.

O puede que el mundo no entienda de perfecciones.
Quizá todo sea en realidad así de cruel.



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